jueves, 23 de noviembre de 2017

Cinco panes de cebada


Sinopsis:


Muriel tiene veintiún años y acaba de terminar la carrera de magisterio. Se dirige ilusionada a su primer destino, donde las ilusiones de la joven maestra chocan con la dura realidad de un pueblo perdido entre las montañas del Pirineo navarro. Nada es como lo esperaba. La escuela es antigua, no entiende la mentalidad de los lugareños... Poco a poco, Muriel supera su desánimo, descubre su auténtica tarea: ayudar en lo que puede a los alumnos y a la gente del pueblo. Advierte que los campesinos de Beirechea, bajo sus toscas apariencias, son personas receptivas. Incluso llega a rechazar una interesante oferta de trabajo en Pamplona. Además, se enamora de Javier, un joven sensible y extraño que lucha por cambiar los métodos de trabajo en el campo y que complementa su destino humano. Muriel acaba integrándose en el pueblo. 

Resumen personal:

Muriel es una muchacha de 21 años que acaba de terminar los estudios de magisterio y ha conseguido acceder a un puesto en un pueblo de Pamplona, aunque que ella pensaba que sería en la cuidad.
El día que tiene que marchar a Bairechea (así se llama el pueblo) está muy triste y tras un duro viaje en un autocar consigue llegar. Allí la espera Pello, su casero, quien le muestra la escuela; esta se encuentra en pésimas condiciones: tiene goteras, ratas, manchones de tinta, polvo… etc.
Cuando llegó a su nueva casa, conoció allí a la familia de Pello y al cura del pueblo.
Tras limpiar la clase con ayuda extra, la pequeña escuela quedó como nueva.
El primer día de clase llegó y se ausentaron 3 niñas. Muriel cada vez se llevaba mejor con el sacerdote (con el que tuvo un encontronazo la noche que llegó al pueblo), el tiempo pasaba y a pesar de tener pensado quedarse solo un mes, ya llevaba mes y medio, por lo que decidió quedarse allí hasta navidad.
Según pasaba el tiempo, Muriel se fue acostumbrando al pueblo a sus gentes… y con ayuda de la religión consiguió volcarse mucho más con sus alumnos.
Muriel, desesperada, acudió a donde el cura y le explicó lo que los niños le dijeron antes: algunos iban a clase por interés, otros por no molestar a sus padres. El sacerdote no le dio mayor importancia y justificó que muchos niños no hacían las tareas por ayudad en el campo a sus familiares.
La escuela volvió a abrir el 8 de enero tras las navidades, Muriel no se fue.  Era la época de la gripe y faltaban muchos niños a clase y cómo no, Marta Arive, la niña que ya había faltado anteriormente. Decidió preguntar al cura pero no estaba  y el alcalde estaba enfermo  así que fue nula, pero harta de no hallar respuestas cogió su bicicleta y fue a casa de la niña. Allí había un hombre, y Muriel le preguntó si su hija, Marta, estaba escolarizada. Pero él le dijo que era soltero y que no tenía ninguna hija.
La maestra, creó en su clase una biblioteca con libros suyos o donados de sus familiares, amigos o gentes del pueblo para que los niños leyeran algo.
Llegó Semana Santa y Muriel decidió pasarlo con su familia en Pamplona, por lo que se fue con ellos. Tras volver a Beirechea todo el mundo en el pueblo  le acogió muy bien, deseaban que regresara, y esto alegro más que nunca a Muriel, que se quería muy querida.
Sylvia (hermana de Muriel) y su novio se presentaron en Beirechea con la idea de que Muriel volviera a Pamplona, a una escuela en la ciudad, pero Muriel, ya encantada con el pueblo y sus gentes, no pudo aceptar y hacerles ese feo a sus alumnos.
Muriel organizó una excursión (que tuvo que retrasar) al campo para recoger cosas y hacer fotos para el primer domingo de mayo.
Al regresar al pueblo, Muriel se dio cuenta  de que se le había olvidado su jersey y la cámara de fotos allí, sobre una piedra. Al salir del colegio montó en su bicicleta y se fue a buscar esas cosas. Empezó a granizar y se perdió, pero apareció Javier Arive (el supuesto padre de Marta, la niña que no iba a clase) y le ayudó a regresar a casa.
Cierto día, los niños estaban alborotados, y de pronto entró una inspectora. Los niños se portaron fatal.
Fermín  pidió matrimonio a Muriel, al igual que Miguel (poco después) pero ella se negó porque esperaba al amor de su vida.
La maestra, volvió a Pamplona y se hizo ‘amiga’ de su tía ya que tenía muchos libros y le podían servir para su escuela. Al regresar a su ya querido pueblito llevó los libros, y pintó las paredes de blanco y para tapar la gotera pintó un luminoso sol que la tapaba. Un poco más tarde llegó Javier Arive y le ayudó a terminar de pintar, las ventanas. Tras hablar juntos se dieron cuenta de que tenían muchas cosas en común. Cuando terminaron de pintar el colegio estaba ansiosa porque volvieran los niños a ella.
Gracias al padre de una alumna puso una biblioteca para los mayores, viendo que no solo a los niños les interesaba la lectura.
Un domingo,  Muriel estaba con Javier Arive, y este le contó que estudio música pero no la practicaba, así se fueron conociendo más.
Teresa, quería seguir estudiando y tenía capacidades para ello, pero su padre no le dejaba. El sacerdote y Muriel hablaron con el padre  y tras mucho insistir le convencieron para que su hija pudiera seguir estudiando.
Al final Muriel acudió a casa de Javier, quien le propuso matrimonio y ella aceptó.

Reflexión

La historia de Muriel está perfectamente ambientada, y al empezar a leer la obra me pasó como a ella: solo con imaginarme dando clase en un pueblo ‘perdido’ me daba pánico, pero a medida que ella iba madurando,  yo también y con ello mi miedo disminuyendo.
Otro tema que me ha llamado la atención mucho es el retaso que puede existir en las zonas más alejadas de las ciudades y lo poco que importa a casi todo el mundo.; también que Muriel como maestra que es se preocupa porque los niños aprendan algunos valores y no solo conocimientos, además de enseñarles lo bonito que es aprender.
Este libro es otra muestra más de lo duro que es esta preciosa profesión que he elegido, junto a mis compañeras, pero a la vez lo gratificante y bonito que es ver la evolución en los niños, y la felicidad en sus rostros cuando aprenden algo, también que ser maestra no solo es enseñar unos conocimientos de las asignaturas, sino ayudarles a formarles como personas, para su día a día en un futuro, ayudándoles a conseguir sus propios valores; como hemos estudiado en la asignatura de Teoría de la Educación.





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